La relación de pareja es uno de los vínculos más complejos que establece el ser humano. La elección no es azarosa, son múltiples los factores que intervienen en su establecimiento y que determinarán, en alguna medida y desde el principio, el éxito o fracaso de una relación.
Nuestro estilo de apego establecido en el pasado con nuestros progenitores determinará, en gran parte, nuestra capacidad y estilo de vínculo con nuestra pareja actual. Asimismo, el modelo aprendido de pareja a través de la relación de nuestros padres será la base de la que partimos. Así, imitamos o rechazamos aquello que vivimos y observamos en el pasado.
Una vez iniciada la relación, se establece un baile de dos, donde si no se respetan y conocen las habilidades y limitaciones de cada uno, se puede caer en una dinámica de exigencias, demandas, conflictos y frustraciones que poco a poco alejarán a los miembros de la pareja y hará que ese baile armónico se reemplace por pisotones, peleas y, finalmente, el cambio de la pareja de baile.
El trabajo, estrés, las familias de origen de cada uno, los hijos, la monotonía, la falta de tiempo, son otros factores que inciden en la relación y pueden ser fuentes de conflicto entre ambos. Es fundamental aprender a comunicarse con el otro de una forma adecuada para disminuir las dificultades.
La pareja requiere atención y cuidado constante y solo así, se convertirá en una relación satisfactoria que podrá perdurar como tal en el tiempo, a pesar de las adversidades de la vida.
La sexualidad nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida y reside en nuestra mente. Está mediada por nuestras creencias, cultura, fantasías, valores, deseos, pensamientos y se manifiesta por medio de nuestro cuerpo y comportamiento. Así, nuestra personalidad va a determinar nuestra conducta sexual. A edades muy tempranas, los niños ya comienzan a manifestar su sexualidad por medio de comportamientos y juegos. Asimismo, esta se mantendrá y seguirá expresándose hasta la vejez.
Siguiendo a Offit en su libro “El yo sexual”: Tal vez la fuente más rica de comprensión de la naturaleza humana se encuentra en la personalidad sexual. Las actitudes, actividades y fantasías sexuales constituyen la medida más gráfica del carácter que tenemos. En la vida sexual expresamos nuestras relaciones básicas con los demás. Manifestamos si preferimos fundamentalmente funcionar solos o actuar de acuerdo con otros. Ponemos de relieve si nos gusta la sumisión, la dominación, la dependencia, la conquista o la cooperación. En la vida sexual puede definirse tan fácilmente la generosidad o el egoísmo de una persona, su sentido de la responsabilidad o su despreocupación, que no es de extrañar que muchas personas prefieran desarrollar su actividad sexual en el anonimato o en un contexto de profunda confianza. Podemos enterarnos de muchas más cosas sobre nosotros mismos a través de las formas en que unimos o dejamos de unir nuestros genitales, con quién lo hacemos, en qué circunstancias y por qué razones.
Tomar conciencia de la forma en que amamos al otro y nos dejamos amar, lo que entendemos por sexualidad cada uno de nosotros y cómo se manifiesta en nosotros mismos y la manifestamos con el otro, serán aspectos fundamentales a explorar en una terapia sexual. ¿Te animas a conocer más sobre tu sexualidad?.
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